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Por
la tarde estuvimos tomando unas copas en la zona de los campings y
después fuimos a jugar al mini-golf. Charly estaba más calmado que
en días anteriores, el rostro limpio y sosegado, como si una
tranquilidad hasta entonces desconocida se hubiera instalado en él.
Las apariencias engañan. Pronto se puso a hablar con la farragosidad
de siempre y nos contó una historia. Ésta ilustra su estupidez o la
estupidez que presume en nosotros, o ambas cosas. Resumiendo: durante
todo el día había estado practicando el windsurf y en determinado
momento se alejó tanto que perdió de vista la línea de la costa.
La gracia de su historia residía en que al regresar a la playa
confundió nuestro pueblo con el de al lado; los edificios, los
hoteles, incluso la forma de la playa le hicieron sospechar algo,
pero no le dio importancia. Desorientado preguntó a un bañista
alemán por el hotel Costa Brava; éste, sin dudar, lo envió a un
hotel que en efecto se llamaba Costa Brava pero que en nada se
asemejaba al Costa Brava donde se aloja Charly. No obstante Charly
entró y pidió la llave de la habitación. Por supuesto, al no estar
registrado, el recepcionista se negó, inmune a las amenazas de
Charly. Finalmente, y como en la recepción no había mucho trabajo,
de los insultos pasaron al diálogo y a tomar cervezas en el bar del
hotel en donde para sorpresa de cuantos escuchaban se aclaró todo y
Charly ganó un amigo y la admiración general.
-¿Qué
hiciste después? -Dijo Hanna aunque estaba claro que ella ya sabía
la respuesta.
-Cogí
la tabla y regresé. ¡Por el mar naturalmente!
Charly
es un fanfarrón de mucho cuidado o un imbécil de mucho cuidado.
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El
Tercer Reich, Roberto Bolaño